Hace unos dias hablaba con una amiga y la conversación, por enésima vez, se desvió hacia el eterno tópico de las posturas políticas (o sociales, o quizás económicas). Ella era rotunda afirmándose como una persona capitalista, renegando de cualquier acercamiento que la dejase cerca de la izquierda. "Primero yo y luego los demás; en lo que yo esté bien, ayudare a los otros", fué la frase que eligió para sentenciar el diálogo. Desde mi punto de vista, un argumento algo escueto para explicar (o justificar) su posición claramente de derechas y defender el capitalismo como modelo económico. Si queremos defender o criticar algo, primero deberiamos informarnos bien sobre eso que defendemos o criticamos. Y aunque de corazón aplaudo su honestidad, gentileza que escasea en los tiempos que corren, creo que tenemos que ser más justos a la hora de emitir un juicio cualquiera que fuese; porque en aquella teoría sobre ayudar a los demás no se basan (o eso pienso yo), los pilares de un socialismo bien entendido.
En honor a la verdad, la conversación nunca tuvo la importancia necesaria como para darle protagonismo a las ideas allí expuestas; pero me dió una excusa para escribir estas líneas leves, ligeras; tan livianas como aquel cruce de palabras. Y es que ligero he decidido ser para poder caminar en el filoso camino que hay entre izquierdas y derechas, porque si bien es cierto que tiendo a inclinarme hacia el lado más rojo, que se me antoja más humano, más cercano a las verdaderas necesidades del hombre; también es cierto que por elección general me encontraré casi siempre jugandomelo todo en aquel filo, absorbiendo lo que considero mejor y desechando las utopias que cada bando defiende.